martes, 21 de mayo de 2013

El periodismo era esto.

"Es que me falta tiempo". ¿Quién no ha dicho esto alguna vez? Cuando te planteas ir al gimnasio, leer más, apuntarte a un voluntariado, ir a visitar a tu abuela, hacer un curso de sexo tántrico, o aprender inglés.

Hoy en día el tiempo se vende caro. Los que trabajan (afortunados ellos) acumulan horas de cansancio cuando llegan a casa y se plantean cómo disfrutar de ese pequeño rato que les queda después de hacer todo lo que el funcionamiento normal de la vida te exige. Los que no trabajan, casi echan más horas que en una jornada laboral tirando currículums (porque ya no se echan, se tiran), formándose todo lo posible y buscando oportunidades de ganarse la vida aquí y allá. Tenemos poco tiempo, eso es indudable.

Y como tenemos tan poco tiempo, necesitamos que otros nos cuenten lo que pasa. Lo que pasa en el mundo, lo que pasa en Europa, lo que pasa en España, en nuestra región, ciudad, pueblo... Personas que, profesionalmente, deciden invertir un tiempo (por el cual cobran un salario) en observar la realidad, analizarla, sintetizarla, y contarnos más o menos resumidamente qué es lo que ha pasado.

Sin embargo, cuanto más me paro a analizar la labor periodística que nos rodea, más me asalta la idea de que esas personas que nos cuentan lo que pasa tampoco deben tener mucho tiempo. Parece que es mucho más importante dar una noticia de forma rápida y sintética que darla de una forma completa y acorde a la realidad. Yo comprendo que es una labor tremendamente pesada analizar y escudriñar cada fuente, cada atisbo de información, cada rincón de la noticia...pero deben estar realmente ocupados, porque normalmente se quedan con la primera impresión, con la primera información, y ésa es la que nos lanzan al público en general.

Esta explicación (la de que deben estar muy ocupados y tener poco tiempo) es la más ingenua e inocente que se me ocurre. Pero hay más. Posiblemente mucha gente pensará que esto se debe a estrategias manipulativas que los grandes medios llevan a cabo para dirigir nuestra ideología hacia intereses políticos o económicos. Pues también, ¿por qué no? Al fin y al cabo, sea o no intencionado, es lo que están consiguiendo.

Y es que con esta dosificación rápida y ligera de la información estamos construyendo nuestras conciencias e ideologías sobre percepciones claramente sesgadas de la realidad. Y si al menos fueran sesgadas, pero profundas, tendríamos argumentos y conocimientos profundos para defendernos; pero con la superficialidad de la información, construimos un muro con ladrillos de papel. Y los muros de papel aguantan poco, al segundo o al tercer soplido se vienen abajo.

Evidentemente, no es nada fácil cambiar la forma en la que los grandes medios administran la información al público. Siguen unos parámetros de productividad, de rapidez y de dinamismo que así lo exigen. Pero nosotros, cada uno de nosotros, sí que podemos poner remedio y empezar a introducir ladrillos de verdad en ese gran muro de papel.

Internet es un profundo océano de posibilidades para conocer e informarnos con hondura y criterio. Desde la información fresca y de primera mano que puede aportarnos Twitter, hasta las entrevistas en profundidad de gran actualidad de páginas como JotDown , pasando por medios no tan grandes y mucho más independientes como infoLibre, paginas especializadas en actualidad política como Politikon, o blogs con artículos profundos e interesantes sobre diversos temas, como Yorokubu.

Además, también resulta muy enriquecedor y sorprendete leer noticias sobre España en medios no españoles; que pueden aportarnos visiones diferentes sobre lo que sucede en nuestro país. Y si te da pereza, simplemente con leer la misma noticia en distintos medios ya se puede tener una idea más clara de cómo es la realidad y cómo la cuenta cada uno.

Os invito a que le dediquéis un ratito cada día, media hora, a bucear entre otras formas de acercarse a la actualidad y a la información, porque es una parte muy importante del proceso por el que se forma nuestra conciencia y nuestra ideología, y no debemos descuidarlo.