miércoles, 18 de diciembre de 2013

Hazte extranjero, que nosotros ya lo somos.


Parece que se va a imponer como tradición. Parece que los de Campofrío han cogido carrerilla (como si de Freixenet o de los turrones se tratara) y nos van a deleitar con un nuevo anuncio navideño cada vez que se anuncien estas fechas. Os pongo por aquí el anuncio, para el que no lo haya visto.

El año pasado escribía en este blog para poner el grito en el cielo por la manipulación sensiblera y con total desprecio por las situaciones de pobreza y precariedad que hacía Campofrío en su anuncio, (http://loquedurauncigarro.blogspot.com.es/2012/12/campofrio-y-el-fin-del-mundo.html) y este año, por no perder la tradición, voy a hacer lo mismo.

En esta ocasión, los ingeniosos publicistas del anuncio de Campofrío (la agencia publicitaria McCann) vuelven a jugar con el sentimiento de orgullo de lo español, tirando de tópicos localistas como lo de hablar a voces, el contacto físico, el sentido del humor, invitar aunque no tengas un duro... cosas que, por supuestísimo, son las que más valor tienen en España, las que nos van a sacar de la crisis.

Qué más da que nos recorten, que tengamos la generación mejor preparada y más desempleada, que estén dando más recursos a grandes empresas y a bancos que a familias y pequeños empresarios. Qué más da todo eso. Cuando ninguno tengamos techo ni derechos, saldremos a la calle principal del pueblo, cada uno con su paquetito de lonchas de Campofrío (a cuatro euros el paquete, eso sí) y se nos olvidarán todos los males.

Mientras tanto los políticos, banqueros y grandes empresarios podrán seguir tranquilos con su juego del Monopoly viviente, porque a nosotros nos da igual que nos suban la luz, que nos deshaucien, que nos obliguen a emigrar con dos carreras y un máster, que aprueben leyes cada semana sin el consentimiento de la población...a nosotros nos basta con echarnos unas risas en el bar, ¿verdad?

Pero no acaba aquí mi indignación. Una vez más, la incoherencia y la hipocresía de la publicidad de estos tipos acaba saliendo a la luz por alguna parte. Buscando un poco por la web, he encontrado que (ojo al dato) la empresa Campofrío Food Group pertenece, en un 45% a Sigma, una empresa mexicana; y en un 37% a Shuanghui International Holdings, ¿empresa de Albacete, no? No, de China.

¿Pero no éramos muy españoles y nos encantaba nuestra forma de ser, nuestro carácter, nuestras costumbres...? Parece que sí, que a la hora de tomarse unas cañas y contar unos chistes, somos los números uno. Pero que no nos saquen de ahí, ¿no? ¿Para qué vamos a preocuparnos del paro, de las ayudas a la banca, de los recortes en investigación, en sanidad, en educación...?

Pues qué queréis que os diga. Señores de Campofrío, por mí se podrían hacer ustedes mexicanos, o chinos, porque yo ya sé lo graciosos que somos los españoles, lo que nos gusta pegar voces y lo que nos abrazamos y nos tocamos...lo que quiero es que nos den la oportunidad de demostrar lo que valemos de verdad. En ciencia, en educación, en desarrollo, en innovación, en empresas, en la Universidad, en la industria... en todas esas cosas para las que de verdad estamos preparados, y que realmente hacen falta para sacarnos de la crisis.

El anuncio acaba con el ya conocido eslógan: "Que nada ni nadie nos quite nuestra manera de disfrutar de la vida." Pues eso, que nada ni nadie nos diga hacia dónde hay que mirar mientras se comen nuestro pan.

viernes, 14 de junio de 2013

Desprestigiando la psicología.

Hoy me gustaría transmitiros una preocupación que cada vez me altera más. Puede que sea porque uno se hace mayor, y cada vez gusta más criticar, o puede que sea porque está en juego la credibilidad y la profesionalidad de una disciplina con la que me he comprometido. Prefiero pensar que pesa más esta segunda opción.

Nadie se imagina a un médico, o a un matemático, dando una conferencia sobre un tema en el que es experto basando todo el contenido de su exposición en su opinión personal, o en las experiencias personales que el haya vivido. Hagamos un ejercicio de imaginación...

Imaginemos que el doctor Ramírez, médico experto en patologías del riñón, explicara así su teoría sobre el funcionamiento de este órgano:

"Bueno, pues yo como médico creo que el riñón es un órgano muy importante. Porque yo tengo una tía que de siempre le han dolido los riñones, y siempre la veo con cara de amargada. Por lo tanto, está claro que la buena salud de los riñones influye en el estado de ánimo de la persona.

Pero es que además conozco más de un caso de personas que tienen dolores continuos de este órgano, y todos ellos tienen además otra dolencia de algún tipo. ¿A que todos conocéis a alguien? Por tanto, el riñón influye claramente en los demás órganos, puede incluso llegar a matarte.

A mi madre le funciona para los riñones beber agua caliente mientras hace el pino al sol. Así que ése es el tratamiento que yo recomiendo a todos los pacientes que vienen a verme con quejas del riñón."

¿Tendría este médico algún tipo de credibilidad? ¿Alguien dudaría de que este supuesto profesional es totalmente incompetente para ejercer su labor como médico? ¿Alguien se iría de esa conferencia con la idea de que este señor tenía razón?

Bueno, pues últimamente tengo la desagradable experiencia de escuchar a profesores que se califican de "expertos psicólogos" contar toda una serie de impresiones personales, creencias, juicios de valor y generalizaciones absolutistas en entornos académicos en los que no todos los oyentes son psicólogos.

Los que estamos escuchando, muchos no formados en psicología, damos por supuesto que lo que dicen estos expertos está fundamentado en estudios, datos fiables, teorías contrastadas y comprobables, etc.

Nada más lejos de la realidad. A menudo se trata de impresiones personales, no contrastadas, no comprobadas, no apoyadas en ningún tipo de investigación, pero que se dan por válidas porque el que las cuenta es un psicólogo, un experto en la materia...y como la psicología es tan compleja. Así nos va.

Muchas veces escuchas que la gente se escuda en el argumento de que "las ciencias sociales no son exactas, puede haber muchas interpretaciones, hay cosas que no se pueden comprobar..." No, perdone. Las ciencias sociales, como su propio nombre indica, son CIENCIAS. Y en toda ciencia (ya desde hace 3 o 4 siglos) para hacer afirmaciones con cierta credibilidad se necesita un complejo proceso de recogida y análisis de información, validación de esos datos, de su fiabilidad, su aplicabilidad a distintas situaciones... vamos, lo que se conoce como Método Científico.

¿Qué estamos consiguiendo con todo esto? Que se nos tome por charlatanes. Que todos los avances CIENTÍFICOS que se han hecho y se están haciendo en el campo de la psicología no tengan la relevancia académica que se merecen, porque total, cualquiera que haya estudiado psicología y tenga un amigo con depresión ya se monta sus propias teorías sobre el origen, las causas, la sintomatología, el tratamiento y hasta la base genética de la depresión, por poner un ejemplo.

Como no pongamos más empeño en exigir una rigurosidad científica en el campo de la psicología, jamás vamos a cambiar el pensamiento colectivo de que la psicología es una "pseudociencia", o una ciencia a medias.

Siempre habrá charlatanes, siempre habrá gente que se pase las investigaciones por el forro y se monten sus propios chiringuitos de psicología barata, eso es inevitable; pero no podemos permitir que esa charlatanería se adueñe también del ámbito académico. No podemos permitir que la psicología se vea como una disciplina de la que "sabe cualquiera" y por tanto cualquiera puede tener sus propias teorías tan válidas como las teorías demostradas científicamente.

En fin, espero que no se note demasiado mi indignación con el tema. Me toca de cerca y llevaba tiempo queriendo soltarlo en algún sitio. Ah, saludos a Punset. Y a Iker Jiménez.

martes, 21 de mayo de 2013

El periodismo era esto.

"Es que me falta tiempo". ¿Quién no ha dicho esto alguna vez? Cuando te planteas ir al gimnasio, leer más, apuntarte a un voluntariado, ir a visitar a tu abuela, hacer un curso de sexo tántrico, o aprender inglés.

Hoy en día el tiempo se vende caro. Los que trabajan (afortunados ellos) acumulan horas de cansancio cuando llegan a casa y se plantean cómo disfrutar de ese pequeño rato que les queda después de hacer todo lo que el funcionamiento normal de la vida te exige. Los que no trabajan, casi echan más horas que en una jornada laboral tirando currículums (porque ya no se echan, se tiran), formándose todo lo posible y buscando oportunidades de ganarse la vida aquí y allá. Tenemos poco tiempo, eso es indudable.

Y como tenemos tan poco tiempo, necesitamos que otros nos cuenten lo que pasa. Lo que pasa en el mundo, lo que pasa en Europa, lo que pasa en España, en nuestra región, ciudad, pueblo... Personas que, profesionalmente, deciden invertir un tiempo (por el cual cobran un salario) en observar la realidad, analizarla, sintetizarla, y contarnos más o menos resumidamente qué es lo que ha pasado.

Sin embargo, cuanto más me paro a analizar la labor periodística que nos rodea, más me asalta la idea de que esas personas que nos cuentan lo que pasa tampoco deben tener mucho tiempo. Parece que es mucho más importante dar una noticia de forma rápida y sintética que darla de una forma completa y acorde a la realidad. Yo comprendo que es una labor tremendamente pesada analizar y escudriñar cada fuente, cada atisbo de información, cada rincón de la noticia...pero deben estar realmente ocupados, porque normalmente se quedan con la primera impresión, con la primera información, y ésa es la que nos lanzan al público en general.

Esta explicación (la de que deben estar muy ocupados y tener poco tiempo) es la más ingenua e inocente que se me ocurre. Pero hay más. Posiblemente mucha gente pensará que esto se debe a estrategias manipulativas que los grandes medios llevan a cabo para dirigir nuestra ideología hacia intereses políticos o económicos. Pues también, ¿por qué no? Al fin y al cabo, sea o no intencionado, es lo que están consiguiendo.

Y es que con esta dosificación rápida y ligera de la información estamos construyendo nuestras conciencias e ideologías sobre percepciones claramente sesgadas de la realidad. Y si al menos fueran sesgadas, pero profundas, tendríamos argumentos y conocimientos profundos para defendernos; pero con la superficialidad de la información, construimos un muro con ladrillos de papel. Y los muros de papel aguantan poco, al segundo o al tercer soplido se vienen abajo.

Evidentemente, no es nada fácil cambiar la forma en la que los grandes medios administran la información al público. Siguen unos parámetros de productividad, de rapidez y de dinamismo que así lo exigen. Pero nosotros, cada uno de nosotros, sí que podemos poner remedio y empezar a introducir ladrillos de verdad en ese gran muro de papel.

Internet es un profundo océano de posibilidades para conocer e informarnos con hondura y criterio. Desde la información fresca y de primera mano que puede aportarnos Twitter, hasta las entrevistas en profundidad de gran actualidad de páginas como JotDown , pasando por medios no tan grandes y mucho más independientes como infoLibre, paginas especializadas en actualidad política como Politikon, o blogs con artículos profundos e interesantes sobre diversos temas, como Yorokubu.

Además, también resulta muy enriquecedor y sorprendete leer noticias sobre España en medios no españoles; que pueden aportarnos visiones diferentes sobre lo que sucede en nuestro país. Y si te da pereza, simplemente con leer la misma noticia en distintos medios ya se puede tener una idea más clara de cómo es la realidad y cómo la cuenta cada uno.

Os invito a que le dediquéis un ratito cada día, media hora, a bucear entre otras formas de acercarse a la actualidad y a la información, porque es una parte muy importante del proceso por el que se forma nuestra conciencia y nuestra ideología, y no debemos descuidarlo.


domingo, 21 de abril de 2013

La educación que no damos.

Antes de nada, pedir disculpas por haber estado casi dos meses sin escribir nada por aquí. Cuantas más cosas vive y piensa uno, más difícil es elegir sobre qué pararse a profundizar un rato y compartirlo por la red. Pero hoy es el día. De hoy no pasa.
 
 A raíz de unas noticias que salieron sobre los aspirantes a profesores de la Comunidad de Madrid, hará cosa de un mes, mantuve distintas y diferentes conversaciones con gente de mi alrededor que me hicieron plantearme, una vez más, qué modelo de educación estamos desarrollando.

Personalmente, y creo que la mayoría estaréis de acuerdo conmigo, creo que la educación es la base de todo. No sólo del desarrollo tecnológico, el progreso cultural o el bienestar social; sino también del bienestar individual de cada uno, de las relaciones más o menos saludables que se dan a nuestro alrededor, y por supuesto de los conflictos que surgen y cómo los afrontamos.

También quiero aclarar que cuando hablo de modelo educativo, me refiero a TODO lo que sucede dentro y alrededor de los centros educativos. No sólo los contenidos, la forma de impartirlos o las ideologías que subyacen. Hablo de convivencia, de relaciones, de autoridad, de solución de conflictos, de participación en el entorno social...

Nuestra sociedad ha cambiado bastante en cosa de 30 o 40 años. Los modelos sociales, económicos y políticos que regían nuestra vida hace medio siglo están totalmente obsoletos, han evolucionado, no sabemos si a mejor o a peor (quiero creer que algunos por lo menos a mejor), pero es indiscutible que se han ido "adaptando" a los tiempos. 

Sin embargo, el modelo educativo que estamos intentando mantener y desarrollar sigue asentándose sobre las mismas cuatro ideas de lo que se piensa que debe ser la educación. Esto es una opinión, muy discutible como cualquier otra, pero creo que se pueden resumir esas ideas en lo siguiente:

1. La autoridad es el fundamento de la relación entre profesor y alumno, entre centro y alumno, entre padre y alumno, entre sociedad y alumno. El alumno debe respetar y obedecer porque es lo que le toca. "Cuando seas padre...ya sabes." Y si no lo hace, por la razón que sea, tendrá unas consecuencias. Este modelo de convivencia basado en la autoridad y el castigo es el que inculcamos a los niños desde la escuela. Pero luego les pedimos que sepan arreglar sus conflictos mediante el diálogo, que escuchen, perdonen y sean tolerantes.

2. El mejor, gana. Hay que educar a los niños y adolescentes en la cultura del esfuerzo individual, de ser el más trabajador, de sacar la mejor nota, de saber el mayor número de cosas posibles. Porque sólo eso va a proporcionarte un futuro próspero. Y porque, según esta mentalidad, cuanto más formados, cuanto más COMPETITIVOS sean nuestros ciudadanos, más nos harán crecer como sociedad. Esto no se cuenta, pero es la base de los sistemas educativos tan supuestamente desarrollados, como el de Finlandia o el de Japón.

3. El conocimiento de contenidos (cuantos más mejor) es lo que te hace estar más formado, ser más inteligente y por tanto estar más preparado para la vida.  Y por tanto, la educación de los niños y adolescentes debe centrarse en aportarles esos contenidos, y asegurar que se los saben. Cuantos más contenidos seamos capaces de introducir en las mentes, mejor será nuestro sistema educativo. No importa de dónde vengan esos conocimientos ni que los niños aprendan cómo pueden acceder a ellos si algún día los necesitan. 

4. Todos los niños pueden y deben aprender las mismas cosas y de la misma forma. Desarrollamos las mejores técnicas de enseñanza-aprendizaje y las aplicamos a todos nuestros alumnos. Evidentemente, el que no sea capaz de seguir el ritmo o no le guste esa forma de aprender, se queda fuera. Quizás esta sea la mayor contradicción: el proceso del individuo no importa, sólo importan los resultados del individuo. Pero los resultados del grupo (de la convivencia) no importan, sólo importan sus procesos (los de autoridad y castigo).

A grandes rasgos, creo que estos son los principios básicos que seguía nuestra educación hace unas décadas y que, con algunas diferencias, sigue actualmente. 

¿Quiénes son los responsables de que esto cambie? ¿Los profesores? ¿Los que forman a los profesores? ¿Los gobiernos que deciden e imponen las políticas educativas? ¿Los padres que no se implican ni participan en la comunidad educativa? ¿Los niños y adolescentes? ¿La sociedad?
 
Afortunadamente, hay dos buenas noticias que nos hacen pensar que este modelo puede ir cambiando desde dentro. En primer lugar, existen muchos profesionales de la educación (muchos, posiblemente en todo colegio e instituto haya varios) que se replantean estos principios educativos y que intentan realmente cambiar el modelo educativo (en todas sus vertientes) mediante proyectos innovadores, modelos de convivencia participativos, introducción de las nuevas tecnologías en el proceso educativo (y no sólo en el aula), etc.

En segundo lugar, nuestros niños y adolescentes son mucho más capaces y adaptativos de lo que nos creemos. Por mucho que el sistema educativo se empeñe en seguir amoldándolos bajo los mismos preceptos, ellos avanzan más rápido, aprenden de todo lo que les rodea, se adaptan a las novedades tecnológicas y las entienden a la perfección, cosa que a muchos de nosotros, los adultos, nos trae muchos dolores de cabeza. 

Y además, y esto es algo que nuestro sistema educativo nunca llegará a igualar, los niños y adolescentes tienen una riqueza social, unos valores implícitos y una capacidad para relacionarse que les hace enormemente inteligentes socialmente hablando. Cuando seamos capaces de fomentar esas capacidades dotándolos de herramientas y de libertades, será cuando realmente les estemos educando. 
       

domingo, 3 de marzo de 2013

¿El retorno de las clases sociales?



El otro día estuve en una fiesta. Un buen amigo que he conocido hace poco me invitó a su casa porque celebraba su cumpleaños y había invitado a muchísima gente. Antes de seguir con mi reflexión, he de decir que admiro profundamente a este amigo, y que espero que, si lee esto, no se sienta perjudicado por mis palabras.

Sigamos con la fiesta. Como decía, había mucha gente invitada. Mi amigo vive en una casa bastante grande, en una urbanización a las afueras de la ciudad. Pero no me interesa ahora hablar de mi amigo.

Entre toda esa gente que estaba invitada, amigos de mi amigo, una gran mayoría pertenecían a lo que podríamos llamar un "grupo social" al que nunca me he sentido vinculado. Me cuesta hablar de grupos sociales en una sociedad tan diversa y globalizada como la actual, pero sí que podría identificar ciertos rasgos que personalmente me parecen diferenciadores entre la gente de aquella fiesta (la mayoría) y yo.

El tipo de ropa, el tipo de actividades a las que dedican su tiempo libre, el tipo de vida académica y laboral que llevan o han llevado, el tipo de lugares de ocio que frecuentan...me atrevería incluso a decir (sin haber entablado conversaciones profundas con ninguno de ellos) que algunos de los valores que les subyacen son diferentes de los míos. ¿Quizás también el partido al que votan o la religión que profesan? No lo sé, y no me atrevo a aventurarme en esos terrenos. Bastante prejuicioso estoy siendo ya.

En todos esos factores diferenciadores entre ellos y yo, de una manera o de otra, estaba detrás el componente económico. No sólo que pudieran disponer de más o menos dinero que yo, sino también las prioridades a la hora de gastar e invertir ese dinero.

Pero ojo, durante mi etapa como estudiante, también he tenido experiencias de este tipo con "grupos sociales" muy diferentes. Grupos que, por ejemplo, dirigían todos sus esfuerzos vitales hacia un único objetivo reivindicativo o político; o grupos en los que jamás se hablaba de la situación económica, política o social; o grupos en los que el factor común que unía a los individuos era el rechazo, incluso el desprecio, hacia todo tipo de sistema social jerarquizado y estandarizado.

¿A dónde quiero llegar? Simplemente quiero destacar que ese grupo de personas, en un momento de relación social, donde casi todos se conocían y se relacionaban frecuentemente, se encontraban relativamente "aislados" del resto de "grupos sociales" que forman la sociedad que les rodea.

Incluso entre personas jóvenes, que nos presuponemos más abiertos a conocer y entablar relaciones con otros, nos encerramos y nos relacionamos exlusivamente con gente que tiene nuestros mismos intereses, nuestras mismas inquietudes, nuestros mismos valores e ideologías, o nuestro mismo nivel económico.


Nos suena anticuado y bolchevique hablar de una "sociedad de clases", pero inintencionadamente creamos "microsociedades" a nuestro alrededor, formadas única y exclusivamente por aquellas personas que comparten algo con nosotros. Pensaréis que esto es normal, que es una cuestión práctica y humana: ya que no podríamos relacionarnos con todo el mundo, escogemos según nuestras preferencias.

Y lo es. Es normal, es humano. Pero también es peligroso. Es peligroso cuando nos negamos a conocer la realidad que hay más allá de ese "submundo" social que nos hemos creado. Es peligroso cuando creamos mentalmente grupos ajenos a "los nuestros" y además les calificamos: los de derechas, los de izquierdas, los pijos, los hippies, los pobres, los ricos... Es más peligroso si además colgamos adjetivos a los individuos de esos grupos, adjetivos de los que no podrán desprenderse dentro de nuestro imaginario.

Pero lo más peligroso es que esos calificativos, esos adjetivos, esos prejuicios al fin y al cabo, nos encierran cada vez más y más en nuestros "subgrupos", aislándonos y blindándonos ante el diferente, que puede llegar a convertirse incluso en "el enemigo".

Y subiendo, subiendo...¿no os recuerda esto al aislamiento que tiene actualmente nuestra clase política frente a la realidad que se desarrolla en las calles? ¿Acaso no son los mismos procesos psicosociales los que hacen al poderoso estar ajeno a las preocupaciones del ciudadano de a pie?


Para terminar con buen sabor de boca, también creo que hay personas que son capaces de superar estas barreras y relacionarse aquí y allá con todo tipo de personas, olvidándose de prejuicios y etiquetas sociales, disfrutando de las personas por lo que realmente son, y no por el "grupo social" al que supuestamente pertenecen.

Son personas que ansían conocer y descubrir, abrir su mente, saber qué pasa en otros lugares, en otros círculos sociales, en otras realidades. Personas que no les importa qué ropa lleve el que está delante, cuánto dinero valga su coche o cuántas plantas tenga su casa.

Conozco a bastantes personas así. Mi amigo, el de la fiesta con la que empezaba esta reflexión, es una de esas personas. Seguro que vosotros también conocéis este tipo de personas. Seguro que muchos de los que estáis leyendo esto sois de ese tipo de personas. Sentíos afortunados, vuestra es la posibilidad de descubrir y conocer aquello que otros se niegan a descubrir.

martes, 19 de febrero de 2013

Justicia contra Víctimas.


El otro día, comentando con un buen amigo el post anterior, surgía el tema de las víctimas del terrorismo en nuestro país. Nos preguntábamos cómo habíamos llegado a una situación en la que las asociaciones de víctimas se han convertido en auténticos acicates políticos que, más que dar apoyo y reparación a las víctimas, se dedican a despotricar contra unos y otros, buscando portadas e incluso llegando a enfrentarse entre ellas.

Dándole vueltas a esto -y desechando las primeras ideas que le vienen a uno a la cabeza sobre la manipulación por parte de los partidos y los poderes- encontré una explicación bastante lógica y clarividente para entender cómo hemos llegado a esta situación.

¿Por qué las asociaciones de víctimas (algunas, no todas) tienen ese afán de hacer política? La respuesta es sencilla, pero compleja: porque la Justicia no les ha dado la atención y el protagonismo que toda víctima  necesita para sentirse reparada. 

(Hago un inciso aquí para explicitar que a partir de ahora me referiré a TODAS las victimas de TODOS los delitos, sean del tipo que sean, sean de la gravedad que sean.)

En nuestro país, concretamente en nuestro sistema judicial, las grandes olvidadas son las víctimas. Tenemos condenas ejemplares, leyes fuertes y mecanismos para hacerlas cumplir de forma inminente. Sin embargo, nuestro sistema no tiene absolutamente nada que ofrecer a las víctimas de un delito, excepto la supuesta "satisfacción" de ver al delincuente cumplir su condena.

Cuando una persona sufre un daño, sea del tipo que sea, su primer impulso es el de hacer pagar al que le ha causado el daño. Son reacciones casi instintivas, todos las conocemos: "que se pudra en la cárcel", "que lo pague", "que el peso de la Justicia caiga sobre él"...

Perfecto, nuestro sistema judicial, como ya he dicho, se encargará de eso sin ninguna demora y sin dudar ni un instante en que es lo que debe hacer. Pero ya está.

Poco tiempo después, cuando se calmen estos sentimientos iniciales, la víctima empezará a preguntarse por qué le ha tocado a ella, qué va a hacer ahora que ha perdido algo tan querido, cómo va a superar este acontecimiento traumático sin ayuda, o quién va a explicarle a las personas de su alrededor que ella no ha tenido la culpa de lo que le ha sucedido.

Es aquí donde nuestro sistema punitivo se desentiende, se tapa ojos y oídos, y sigue castigando con puño de hierro a los delincuentes, que es su único deber.

Las víctimas necesitan ser reparadas. Necesitan ser escuchadas, que puedan contar su historia, que se reconozca socialmente su sufrimiento y se dé la oportunidad a la sociedad de conocerlas y apoyarlas. Necesitan poder pedirle explicaciones al que les ha causado el daño, tener la oportunidad -si lo desean- de entenderle y perdonarle. Necesitan saber que no están solas, que la sociedad no las rechaza, ni las señala, ni las culpabiliza de lo que ha sucedido.
 
Merecen, además, que el Estado invierta en esa reparación tanto, o más, esfuerzo y dinero como invierte en juzgar y castigar al delincuente. Merecen que el sistema judicial cuide y proteja sus derechos y necesidades por encima de cualquier otra cosa.


Tras esta reflexión, no resulta extraño que la necesidad de tener voz y ser escuchadas haya llevado a ciertas asociaciones de víctimas a dirigir su indignación por cauces que no les pertenecen, por mucho que hayan sufrido.


Pese a todo, me gusta pensar que esto está cambiando. Cada vez más resuena el término Justicia Restaurativa, un concepto de la justicia que incluye a la víctima, sus necesidades y sus intereses. Y que pretende instaurar en la sociedad valores más humanos, pacíficos y acordes con las necesidades de sus ciudadanos.

Estos son los verdaderos caminos de Paz y de verdadera Justicia, por los que debemos caminar si queremos una sociedad realmente humana.




sábado, 12 de enero de 2013

Los presos de ETA.


Sé que con este post me voy a meter en un jardín del que va a ser difícil salir. Pero lo hago porque sé que es la única forma de que la gente opine, dialogue y reflexione. Así que ya sabéis, todos los que os deis por aludidos, comentarios abajo.

Mientras escribo esto, en Bilbao miles de personas se manifiestan a favor de los presos de ETA y de los derechos que, según ellos, les corresponden.

Por otro lado, y frente a esta manifestación, cientos de personas se manifiestan en las redes sociales en contra de cualquier tipo de apoyo a los presos relacionados con la banda terrorista, por ejemplo aquí. En principio la crítica se ha centrado en un grupo de artistas "de izquierdas" que han apoyado la manifestación; pero evidentemente se ha extendido a todo aquél que se le ocurra mencionar que una persona perteneciente (o ex-perteneciente) a ETA tiene algún tipo de derecho.

En nuestro país, por suerte o por desgracia (quiero pensar que por suerte) existe un Código Penal, que dice por qué, y cuánto tiempo, se condena a una persona a determinada pena. Además, para las penas de cárcel, existe otros tochos llamados Ley Orgánica General Penitenciaria y Reglamento Penitenciario, que dicen cómo, dónde y en qué condiciones se deben cumplir esas penas. Todo viene ahí muy bien explicadito y muy clarito. Además, también tenemos el tocho más importante de nuestro país: la Constitución. Ahí también dice muchas cosas.

En esos textos, se recogen derechos que todos conocemos y todos defendemos a capa y espada. Por ejemplo, el derecho a un juicio, el derecho a la presunción de inocencia, el derecho a defender tu inocencia, el derecho a que se te aplique la legislación correspondiente según los hechos, etc. Todos nos llevamos las manos a la cabeza y ponemos el grito en el cielo cuando se vulneran esos derechos; cuando, por ejemplo, conocemos casos de gente que ha sido condenada por error. O cuando se cometen abusos contra los detenidos por parte de las fuerzas de seguridad.

En esos textos que rigen el funcionamiento de nuestro sistema penal y penitenciario también se recoge el derecho de los presos de estar lo más cerca posible de su lugar de residencia, o del lugar de residencia de sus familiares.

Y no sólo lo dicen nuestros tochos, atentos. En el "Conjunto de Principios de la ONU para la protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión", el principio 20 dice lo siguiente:

    «Si lo solicita la persona detenida o presa, será mantenida en lo posible en un lugar de detención o prisión situado a una distancia razonable de su lugar de residencia habitual.»

La ONU, el organismo internacional políticamente más aceptado, también recoge ese derecho para las personas presas.

Y no es baladí. Imaginad que un señor de Málaga, con mujer, hijos, padres y hermanos, es condenado y llevado a una prisión situada en La Coruña. Otro de los derechos que recogen los textos citados anteriormente habla de dar facilidades a las personas presas para que se comuniquen, de forma presencial, con sus familiares directos. Imaginad los kilómetros (con su correspondiente gasto económico, de tiempo, de esfuerzo y de riesgo en carretera) que tendría que hacer esa familia malagueña cada vez que quisiera visitar a este señor preso en La Coruña.


 La Justicia (con mayúsculas, como le gusta que le nombren) debe ser igual para todos. Eso no significa que haya condenas similares para todos, hagamos lo que hagamos. Significa que a todos se nos debe aplicar EL MISMO REGLAMENTO cuando cometamos un delito. Y, repito, ponemos el grito en el cielo cuando esto no se cumple.


¿Por qué motivo, entonces, se critica a gente que se manifiesta por un derecho que deberíamos tener todos? ¿Por qué nos parece mal que se defiendan unas condiciones que vienen recogidas en nuestra legislación, que es para todos la misma? ¿Acaso la justicia debe ser distinta para unos y para otros?



¿O quizás es porque nos creemos jueces de todo lo que pasa en el mundo? ¿Tenemos nosotros la capacidad de juzgar más allá de lo que dice la Justicia, esa que tanto respetamos y defendemos?

 
Se nos llena la boca diciendo que todos tenemos los mismos derechos... pero ¿realmente lo piensas?